(por Jorge Altamira, Política Obrera, Tendencia del Partido Obrero de Argentina)
La tregua o cese del fuego en Palestina, entre Hamas y el gobierno de Israel, no ha resuelto ninguna de las cuestiones que han desencadenado el reciente bombardeo criminal del estado sionista contra la Franja de Gaza. El gabinete de seguridad de Netanyahu cedió a las presiones del presidente Biden, pero con sus propias condiciones. Un guerra en el Medio Oriente, luego de una década de guerra en Siria, habría desbaratado las tentativas de restaurar el equilibrio político internacional saboteado por la gestión de Trump. La tregua busca salvaguardar las negociaciones para resucitar el acuerdo nuclear con Irán, derogado por Trump, y las tratativas con Rusia acerca de Ucrania y los conflictos con los estados bálticos.
Los mediadores de la tregua, Egipto y en parte Qatar, han sido encargados por sus mandantes -EEUU e Israel- de re-introducir en la política palestina a la llamada Autoridad que preside Mahmoud Abbas, y por sobre todo neutralizar la rebelión popular de la población árabe que habita el territorio israelí y la Cisjordania (incluso los palestinos en Jordania). La Autoridad Palestina articula con los servicios sionistas la represión a la rebelión popular palestina. De otro lado, ha perdido todo mandato político formal como consecuencia de la ausencia de elecciones desde hace quince años. En las vísperas del ataque a la Franja de Gaza, Netanyahu repitió una y otra vez que la rebelión popular palestina implicaba una guerra civil al interior de Israel. Estas declaraciones son la expresión de un giro histórico en Palestina. El Shin Bet, el servicio de espionaje y seguridad interior de Israel, tuvo que asumir la represión de la rebelión popular, que dejó de ser un asunto policial. El resultado fue un considerable número de asesinatos de jóvenes palestinos en Cisjordania – el territorio de Mahmoud Abbas.
Rebelión popular y militarización del conflicto
La iniciativa de Hamas de manifestar su solidaridad con la rebelión popular, mediante el ataque a Israel con cohetes caseros, fue cuestionada desde estas páginas antes del inicio de esta guerra. Es que el significado histórico de esta rebelión consiste, precisamente, en abrir una vía superior de lucha a la militarización del conflicto con el sionismo, donde el estado de Israel tiene una incuestionable superioridad. La lucha contra el régimen sionista debe tener ante todo un carácter revolucionario, o sea la organización de las masas insurrectas, no el dictado de un aparato militar. El pretexto de una guerra sirvió, aunque precario, como último recurso de supervivencia de Netanyahu, que seguía sin poder formar gobierno por carecer de una mayoría parlamentaria. El trastocamiento que ha provocado la rebelión popular en las relaciones políticas en Palestina, se aprecia en un hecho poco conocido o comentado: en las vísperas de la rebelión, la Lista Árabe, una de las que tienen asiento en el parlamento israelí, se encontraba negociando un acuerdo de gobierno con la derecha sionista, del ministro Lapid, para sustituir a Netanyahu. En solo horas, este dislate, justificado por el impasse de la situación política, se transformó en su contrario – una rebelión popular.
El desarrollo de la guerra mostró el elevado grado de penetración de la Inteligencia sionista en Gaza, donde destruyó gran parte de la infraestructura de túneles que protegen a las milicias de Hamas, y mató a un número elevado de sus líderes político-militares. Es cierto, de todos modos, que los cohetes de Gaza volvieron a recordar al estado sionista su vulnerabilidad estratégica e histórica: no se puede gobernar contra las necesidades y la voluntad de una masa explotada de varios centenares de millones del mundo árabe y musulmán. Esto es así incluso si el sionismo alcanza, como ocurre, algunos acuerdos con los regímenes árabes opresores de sus propios pueblos, y con la protección de las principales potencias imperialistas. La Primavera Árabe recordó al despotismo árabe que se encuentra sentado en un volcán.
La rebelión popular de la población árabe en territorio israelí fue detonada por el problema de los problemas: la expropiación de viviendas de la población palestina en los territorios ocupados y la extensión de la soberanía política del sionismo a la totalidad de Jerusalem. Es decir por la colonización sionista de los territorios palestinos y la limpieza étnica de sus pobladores. Se trata del programa histórico del sionismo desde su fundación. El levantamiento fue provocado por una chispa: el desalojo de una familia en el este de Jerusalem, lo mismo que ocurrió con la rebelión en Túnez, a partir de la autoinmolación de un joven vendedor ambulante al que la policía le arrebató sus mercancías. La rebelión inédita de los árabes que viven en territorio israelí involucra a un millón y medio de trabajadores discriminados en todos los aspectos de la vida social – el 20% de la población total. En estas condiciones, el bombardeo contra Gaza desató una huelga general de los árabes palestinos en todos los territorios que habitan. Se trata de un punto de inflexión histórico. Tiene lugar cuando la organización histórica de los palestinos, la OLP y ahora la Autoridad Palestina, ha perdido toda autoridad política y se ha convertido en agente del Shin Bet. Hamas, por su lado, no ha jugado ningún rol en el levantamiento palestino – por eso se apresuró en capitalizarlo con métodos militaristas. El escenario histórico actual es propicio para el desarrollo de una corriente socialista revolucionaria.
Un fascismo sionista
La tregua ha puesto en evidencia otro fenómeno importante: el desarrollo de un fascismo específicamente sionista. La derecha, que buscaba llevar la guerra a una rendición de Hamas, rechaza el cese del fuego y por lo tanto el otorgamiento de un apoyo parlamentario a un nuevo gobierno Netanyahu. Es la derecha que organizó los grupos de choque que salieron a confrontar con los árabes palestinos e ‘israelíes’ que se habían movilizado con el desalojo de viviendas y contra la prohibición de acceder a la mezquita de Al Aqsa, al finalizar el ayuno de Ramadán, ubicada también en la parte vieja de la ciudad. Es a ella a la que se dirigió Netanyahu cuando insistió, en plena crisis, que la única autodeterminación que vale es la “autodeterminación judía”.
La movilización organizada de una fracción fascista para operar al interior de Israel, al tiempo que muestra las grietas y los quiebres del estado sionista, interpela, asimismo, a una gran parte de la población judeo-sionista y a la mayoría de ella afectada por el crecimiento de la pobreza y la precariedad laboral. En los dos últimos años han tenido lugar manifestaciones masivas de judíos sionistas para reclamar la destitución de Netanyahu y su encarcelamiento por delitos de corrupción. Es sabido, sin embargo, que la corrupción estatal mueve al rechazo masivo cuando la situación social ha retrocedido seriamente.
Rebelión internacional
La rebelión popular en Palestina ha creado una situación política de conjunto completamente nueva. No es poca cosa que Palestina, en su totalidad, se haya sumado a la rebelión popular que va cobrando una dimensión internacional.