Sánchez improvisa una coalición con Iglesias para un gobierno de crisis
¿Que ha cambiado para que ahora PSOE y Unidos Podemos lleguen a un acuerdo?
La situación de ambos ha empeorado desde las elecciones del 28 de abril. Pero es UP quien sufre un crisis terminal. Ha irrumpido con fuerza Vox, condicionando el arco de la derecha. Un parlamento fragmentado muestra un ascenso del nacionalismo en el otro extremo. En estas condiciones una “pacificación policial de Cataluña” descontrolaría la situación. Un pacto de investidura con el PP y C’s supone ahora ser rehén de esa estrategia. Una coalición con una UP domesticada puede abrir una vía de negociación en Cataluña. Un sector de la burguesía prefiere esta salida para evitar un Hong Kong en Cataluña. UP abandonó las reticencias que le quedaban tras su debacle electoral, esta era la última posibilidad de acceder al Gobierno. El giro de 180º de las negociaciones desnuda la improvisación del régimen, todos los cálculos han fracasado. Lo que une a los dos partidos de esta coalición es más el espanto que un plan preconcebido. La derecha, que creía tener al PSOE en el bolsillo tras el resultado electoral, ha reaccionado sorprendida ante el acuerdo. Ahora PP y C’s piden lo que antes rechazaban, que Sánchez reconsidere y les pida su apoyo para una investidura. El acuerdo PSOE-UP aun requiere más apoyos parlamentarios que los que son visibles. Si los logra, el resultado será un ejecutivo frágil que estará permanentemente al borde de la crisis.
Precipitación
En menos de 48 horas desde las elecciones generales del 10 de noviembre el líder del PSOE Pedro Sánchez, y el de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, cerraron un acuerdo para un Gobierno de Coalición. El hecho constituye un giro de 180 grados respecto de las posiciones previas a las elecciones por parte de Sánchez. En todo el tramo pre electoral el presidente en funciones y máximo dirigente socialista rechazó la posibilidad de una entrada de UP al gobierno, calificó a Iglesias de no ser fiable en cuestiones de estado y afirmó que una coalición con UP estaba destinada a tener un gobierno opositor dentro del propio ejecutivo. Pero en toda la carrera hacia las elecciones Sánchez profundizó un giro a la derecha con un significativo endurecimiento frente al conflicto con el nacionalismo catalán y pidió de forma reiterada al Partido Popular (PP) y a Ciudadanos (C’s) su apoyo para una investidura, rechazado por ambas formaciones. Sin embargo, en la concurrencia a las elecciones sugirió varias veces que el partido más votado debía gobernar, lo que equivalía a solicitar la abstención del PP en la segunda votación de la investidura para una mayoría simple.
Los resultados electorales desarbolaron la estrategia del PSOE que esperaba mejorar su votación, mientras que perdió 760.000 votos y tres parlamentarios. UP perdió 7 escaños y 360.000 votos, pasando de 44 en abril a 35 en noviembre, comparado con los 71 de 2016, es decir un verdadero desastre. El resultado frustró las ilusiones de Pablo Iglesias que esperaba empujar al PSOE a tomarlo como socio de gobierno, sin hacer concesiones excesivas. Los dos sin embargo se encontraron de frente con el ascenso de la extrema derecha de Vox que pasó de 24 a 52 diputados y con la virtual desaparición de C’s, una formación que podría haber encumbrado a Sánchez tras las elecciones del 28 de abril si no hubiera elegido como socios preferentes al PP y Vox en Andalucía y en ayuntamientos y comunidades. El abandono del centro y su giro a la derecha hundieron a C’s que pasó de 57 diputados a 10. El PP logró 88 diputados, lejos de los 137 que sacó Mariano Rajoy en 2016, y menos que la expectativa de Casado: llegar a los 100 escaños, para encabezar un gobierno en coalición con C’s y gracias a la abstención del PSOE. Otro elemento decisivo de este cuadro es la fuerte polarización en el Congreso, con un claro ascenso de la representación de los partidos nacionalistas de Cataluña, País Vasco y Galicia que forman ahora un bloque significativo.
En este cuadro negociar un pacto de investidura del PSOE con el PP y C’s era para Sánchez abrir el camino de la disolución de su partido con una abierta entrega a las condiciones de la derecha, a su turno condicionada por Vox, para Cataluña y en materia económica. La salida represiva para Cataluña, preconizada por la derecha con la posible nueva disolución del gobierno autónomo, se presentaba como una vía muerta y el enquistamiento del conflicto en medio de un fortalecimiento del ala nacionalista en el Congreso. Esto no solo lo percibió el PSOE, sino también un sector de la burguesía que ha decidido apoyar esta salida ante el temor a que la crisis en Cataluña se desborde y evolucione hacia un Hong Kong. En este contexto la valla infranqueable que había que derribar para evitar ser un Gobierno títere del PP y C’s en “cuestiones de estado”, formaciones que han convergido de manera creciente con Vox, era la política de UP ante Cataluña.
El eje catalán y el hundimiento del régimen
Los que se preguntan qué es lo que cambió en la cabeza de Sánchez, en realidad lo que deben preguntarse es qué cambió en la situación política tras las elecciones . Tal como el GIO señaló en su manifiesto del 7 de diciembre “La cuestión nacional catalana se ha mantenido como eje de la política nacional desde que el denominado Procés convocó el referéndum del 1 de octubre de 2017”. En consonancia con este eje UP abandonó su reivindicación del derecho a “expresarse” de Cataluña en un referéndum, posición que no dejaba “dormir tranquilo” a Sánchez, y aceptó tragar el sapo de la andanada de medidas represivas socialistas pre electorales, incluidas las provocaciones de la judicatura española. Este es el precio del pacto. Pero esta es una solución improvisada, una unión impulsada por el espanto al que se vieron abocados los dos partidos tras los resultados electorales. La propia naturaleza del acuerdo lleva implícita la crisis porque no estará en condiciones de dar satisfacción a las más mínimas reivindicaciones laborales y sociales de un lado ni a los reclamos del nacionalismo del otro. Lo que es peor UP va atado de manos a las reformas reaccionarias del PSOE. El pacto entre las dos fuerzas se basa en el intento de salvar la constitución de 1978 y preserva a la monarquía desde “el diálogo” con el nacionalismo en Cataliña y País Vasco.
En el punto 9 del acuerdo de gobierno firmado por Iglesias y Sánchez se establece que la prioridad es “garantizar la convivencia en Cataluña” y la “normalización de la vida política”. El documento dice que fomentará el “diálogo” pero que las fórmulas de “entendimiento y encuentro” se harán “siempre dentro de la constitución”. Una capitulación explícita de UP a la que se suma su compromiso escrito de “equilibrio presupuestario” y la aceptación de que “La evaluación y control del gasto público es esencial para el sostenimiento de un estado del bienestar sólido y duradero”. Para cerrar el candado Iglesias se compromete a los principios de “cohesión, lealtad y solidaridad gubernamental” con Sánchez, es decir al pataleo interno pero a la unidad en la acción hacia afuera. Los ministros de UP estarán en minoría y al final se hará lo que diga el PSOE. Es previsible que Nadia Calviño, la ministra que le prometió a Bruselas un reforma laboral con la incorporación de la mochila austriaca, sea la vicepresidenta del Gobierno a cargo de Economía.
Tanto el PP como C’s, tras el asombro ante el giro de Sánchez, lo han instado a recapacitar y abandonar su socio de gobierno. Ahora le piden lo que le negaron antes, que les solicite la abstención para una investidura. Con ello dejan ver que eso era lo que esperaban, y con lo que no contaban era con que Iglesias hiciera una de Tsypras. Que tirara por la borda su programa a cambio de cargos en el Gobierno ante la evidencia de que esta era la última oportunidad que le quedaba para ello. A Sánchez le viene bien un rastrillo por la izquierda aunque no arrastre nada. Es un decorado adecuado para encarar una negociación con las fuerzas nacionalistas de Cataluña “dentro de las constitución”. Y si hay que dar leña no está mal tener un escudo de izquierda al servicio del ministerio del Interior.
El viento de la crisis
Los sindicatos CCOO y UGT ya han cerrado filas detrás de esta alternativa. Piden la derogación de las reformas laborales de Zapatero y de Rajoy. Lo que no dicen es si están de acuerdo con la reforma que cuece Calviño. Al cerrar filas tras la coalición los dirigentes de los grandes aparatos sindicales resignan la independencia de clase, que jamás han ejercido, y anticipan en su apoyo una “paz social” para brindar estabilidad a la coalición. La plataforma social de los pensionistas, la COESPE, ha sucumbido al mismo pecado. Han dado su apoyo a la coalición mientras conserva al pie de su comunicado la consigna de que “Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden”… ¿Esto es realmente así? No se puede desarmar a los movimientos sociales y a los trabajadores dando un cheque en blanco a una coalición que se estructura en torno al programa electoral del PSOE.
Es que en medio de una crisis capitalista creciente, un gobierno de “progreso” se convertirá en un nuevo pretexto para la parálisis de los aparatos sindicales. Ante esto se abre un proceso de crisis entre las direcciones que apoyan al gobierno de progreso y sus bases que seguirán movilizadas ante la ausencia de cambios reales, se impone la construcción de nuevas direcciones. Ante estas posiciones de los sindicatos mayoritarios hay que plantear Asambleas de las bases sindicales y un plan de lucha, por la huelga general.
El reguero de luchas que se desarrolla sin centralización seguirá su curso. La agudización de la crisis tendrá un efecto movilizador de los trabajadores en sus luchas salariales y por las condiciones de trabajo. El acuerdo de gobierno, aun sin desarrollar, indica que el gasto social se va a ajustar a las condiciones presupuestarias marcadas por Bruselas. La Sanidad, la Educación y las Pensiones van a sufrir las consecuencias del equilibrio presupuestario. Un Gobierno que ha esbozado el programa que Sánchez e Iglesias firmaron va a naufragar en medio de la impotencia y deberá hacer frente a una movilización de los trabajadores en defensa de sus derechos. El crecimiento de Vox es expresión de la impotencia del izquierdismo que es incapaz de satisfacer las expectativas de los trabajadores y los sectores más empobrecidos de la sociedad, como lo han demostrado con claridad los “Ayuntamientos del cambio”. La ultraderecha crece por la pasividad de los sindicatos y la impotencia de una izquierda incapaz de dar satisfacción a los reclamos de los trabajadores.
Un partido obrero independiente
Solo la organización independiente de los trabajadores con un programa de combate puede superar la impotencia del izquierdismo. PSOE y Unidas Podemos preparan una nueva postergación de las expectativas de los trabajadores camino de su derrota. De lo que se trata para ellos es de salvar al régimen surgido de la constitución de 1978 con concesiones limitadas a las exigencias nacionalistas. En la apertura de las negociaciones Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) recordó al PSOE que en España están presos los políticos y dirigentes sociales del independentismo, víctimas de una sentencia injusta. Pero este es un primer escarceo en el camino de la negociación. ERC pide algunas garantías de que habrá una diálogo estructurado y oficialmente reconocido, la respuesta de Sánchez ha sido “si, pero siempre dentro de la constitución”. Iglesias en silencio.
Estamos ante un nuevo intento de desactivar la lucha por la autodeterminación y la independencia en Cataluña e impedir su extensión a otros territorios mezclando represión con concesiones limitadas detrás del disfraz de un “Gobierno de progreso”. Un disfraz para ocultar la evolución bonapartista del régimen pos franquista, en defensa de la monarquía promovida post mortem a la jefatura del estado por el dictador Francisco Franco.
El anticapitalismo sin señalar quién es el enemigo de clase y quién la fuerza histórica que lo puede superar con la instauración de un gobierno de los trabajadores por el socialismo es una retórica vacía. Toda la izquierda que se ha disuelto dentro de Unidas Podemos se ha visto arrastrada a esta capitulación ante los intereses de la burguesía representada por el PSOE. En este contexto la lucha independentista carece de futuro, porque es una pieza de negociación entre la pequeño burguesía y burguesía catalanas con la burguesía centralista mediada por un “gobierno de progreso” por el reparto de los recursos del estado burgués.
La izquierda que se reclama revolucionaria va a la rastra, de un lado, de la izquierda institucional de UP apelando al fracasado “mal menor”, y del otro supeditada a la izquierda independentista de la CUP y los CDR, que siguen los pasos de la burguesía catalana, es decir que no están por la intervención independiente de la clase obrera sino por su subordinación a la clase explotadora. Es por estos mismos motivos que ante las elecciones estas izquierdas estaban incapacitadas de ofrecer una alternativa de clase independiente y la propuesta de un frente anticapitalista con la CUP supuso una subordinación al frentismo bugués nacionalista.
Para que esta operación de Sánchez e Iglesias llegue a buen fin todavía falta cerrar un pacto con las fuerzas parlamentarias que pondrán precio a su voto. Habrá que esperar a la evolución de esas negociaciones. Con todos estos elementos, y si se llega finalmente a los apoyos necesarios, estaremos ante un gobierno frágil y en crisis permanente, puesto que no se ha logrado un gobierno fuerte que pueda hacer frente a la efervescencia catalana e imponga el plan antiobrero con un acuerdo político sólido.
Los trabajadores se deben organizar en un movimiento por la construcción de un partido de la clase obrera, independiente de los intereses de la burguesía y la burocracia sindical, para encabezar la lucha por un gobierno de los trabajadores y una federación ibérica de repúblicas socialistas. Ante la crisis irreversible del pacto constitucional de 1978 y su régimen hay que llamar a disolver las Cortes y convocar a una Asamblea Constituyente Soberana, es decir con poder de Gobierno, para reorganizar a España sobre nuevas bases políticas y sociales.