La burocracia intenta una convergencia con el Elíseo
Contra las maniobras paralizantes deliberación y asambleas para la lucha
La profunda movilización social en Francia ha entrado en una fase crítica. La unanimidad contra la extensión en dos años de la edad de jubilación, contra la ampliación del cómputo hasta 43 años para evitar la penalización en las pensiones y la liquidación de regímenes especiales de jubilación en sectores como energía, ferrocarriles y metro, sigue firme. Sin embargo esta cohesión no es suficiente. Las luchas han puesto sobre el tapete una cuestión central. El gobierno ha demostrado que no cederá. Por lo tanto de nada valen atajos legales o maniobras parlamentarias. La única salida es la caída del gobierno Macron. Esto es precisamente lo que tanto la izquierda parlamentaria como las burocracias sindicales pretenden evitar para preservar la estabilidad política del capital.
Una vez más se verifica que la evolución de una lucha frontal de los trabajadores contra la regimentación del trabajo por el aparato del estado lleva a una lucha política del proletariado contra la burguesía. El debate es muy antiguo y signó el enfrentamiento en el seno de la socialdemocracia entre Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky el siglo pasado en torno al papel de la huelga general política. Esta disyuntiva se ha visto reflejado en Francia la semana pasada. Luego de una jornada de movilización histórica el 1º de mayo, la intersindical francesa se reunió el martes 2. El contenido de la reunión ya había sido delineada por las declaraciones durante la jornada de la víspera por dirigentes de los diversos sindicatos que admitían su intención de dejar en punto muerto la lucha contra la reforma de las pensiones.
”Es una reforma injusta, aunque no ilegal. Lo que es cierto es que no podemos estar cada 15 días manifestándonos. No podemos tener al país paralizado. Hay otras cosas sobre las que discutir con el Gobierno” declaró a El País la dirigente de la CFDT Isabelle Tanion (EP, 2 de Mayo). Con estos mimbres el cónclave llegó a un acuerdo recogido en un documento firmado por las 13 centrales sindicales en el que se cierra el ciclo de lucha. Los sindicatos dieron por descontado que el Consejo Constitucional (CC) -equiparable al Tribunal Constitucional de España- rechazaría la exigencia de un referéndum presentado por la izquierda parlamentaria. La personalidad más destacada de esta izquierda es Jean Luc Melenchon, del partido Francia Insumisa.
El comunicado de la Intersindical se anticipó en 24 horas a la resolución del CC. Sin embargo de la solicitud de referéndum se desprende que los parlamentarios de la izquierda, Nueva Unión Popular Ecologista y Social (NUPES) dentro de la cual está Francia Insumisa, no se ajustaron a las exigencias constitucionales mínimas para convocar a referéndum: el proyecto debe ser para la reforma de una ley sancionada hace menos de un año. La primera presentación fue realizada en marzo, cuando aún no existía ninguna ley que justificara la presentación. El segundo intento fue exactamente igual, pero con un agregado menor sobre el financiamiento de las pensiones. Esta forma de proceder cuestiona el interés real de NUPES y la intersindical por arrancar el referendo. Por el contrario, alimenta la ilusión de los trabajadores en las maniobras parlamentarias
El motor de la movilización
Muchos trabajadores españoles se preguntan como se pudo llegar a este desenlace a la luz de la magnitud de las movilizaciones y del profundo rechazo social a la reforma Macron. En lo esencial el error está en considerar que el frente único sindical fue el promotor y vanguardia de la lucha contra la reforma. En un análisis más fino de la situación del movimiento obrero y de la sociedad en Francia lo primero que salta a la vista es el prolongado estado de movilización de los trabajadores en defensa del salario y de las condiciones de trabajo. Esta efervescencia antecedió con amplitud a la decisión de extender la edad de jubilación con el objetivo de obtener un ahorro fiscal para destinar recursos a la guerra de la OTAN en Ucrania. Infinidad de huelgas y luchas parciales sembraron el camino de la masiva respuesta al atropello contra las pensiones. Los trabajadores ferroviarios, de las empresas de energía, del Metro, los maestros. Antes aun, los trabajadores autónomos y los obreros de cuello blanco, protagonizaron un levantamiento bautizado como Chalecos Amarillos con el bloqueo de carreteras en contra del incremento en el precio de los combustibles.
Bien visto, la reforma del sistema de jubilación vino a sumar motivos a la ola de combates durante las cuales las organizaciones sindicales evitaron puntillosamente permitir que la infinidad de conflictos diseminados por todo el país cristalizaran en una huelga general. La Reforma Macron ha sido la gota que desbordó el vaso. Como en Reino Unido hubo largos periodos en los cuales Francia ha vivido en un estado de huelga general no declarada. Durante toda esta etapa se aplicó el método de las huelgas reconductibles, que consiste en votar paros limitados cuya continuidad queda sujeta a nuevas asambleas. Una modalidad destinada a desgastar la lucha, en especial en los grandes movimientos, como ha ocurrido en las huelgas ferroviarias contra las privatizaciones del transporte.
El objetivo de esta estrategia fue evitar la huelga general. La defensa de la multiplicidad de conflictos que hacen algunos activistas en el movimiento obrero español desde la perspectiva del movimientismo oculta que la ausencia de una acción unitaria nacional bajo la forma de una huelga general es fruto de la inexistencia de una dirección obrera independiente de la burguesía y los bloques parlamentarios que dicen representar los intereses de los trabajadores, pero que operan en realidad en su contra.
En España esto se ha hecho evidente por ejemplo en el movimiento pensionista en el cual en lugar de enfrentar a las burocracias sindicales para que los trabajadores en activo tomen esta lucha en sus manos, se canalizó la movilización para presionar a los grupos parlamentarios. Cada vez que en nuestro país una lucha adquiere proyección nacional, son las burocracias las que se ocupan de impedir su convergencia. El ejemplo más reciente es el movimiento de huelgas en el sector de la sanidad. Mientras la movilización en la educación pública y la lucha contra la reforma de las pensiones están al rojo vivo.
El profundo fermento de la lucha en Francia
La convocatoria a 13 huelgas generales se desencadenó tras el anuncio del gobierno y el trámite parlamentario para sancionar la reforma, que debió aprobarse finalmente por decreto apelando al subterfugio del artículo 49.3 de una constitución bonapartista gestada bajo el general Charles de Gaulle en 1958 con la V República. Pero nunca a lo largo de la prolongada movilización la intersindical se propuso derribar al gobierno mediante el método de la huelga general por tiempo indeterminado. Esto pese a la evidencia de que el combate contra la reforma recogía el espíritu de rebeldía y combatividad junto con la indignación de todo el movimiento obrero, al culminar un largo período de luchas dispersas por las condiciones de trabajo y el salario.
Antes bien la maniobra de las burocracias sindicales consistió en ponerse a la cabeza de la indignación despertando la ilusión en la gestión parlamentaria del rechazo a la reforma por parte del bloque de la izquierda. Esto vuelve a poner sobre el tapete una cuestión central para todo el movimiento obrero europeo: la creación de una dirección obrera independiente como alternativa a las burocracias sindicales. El 17 de mayo se cumplen los 55 años de la huelga general decretada por las centrales obreras francesas en 1968 que colocaron al gobierno al borde del precipicio mientras se desarrollaba una movilización popular que adoptó la forma de una huelga general revolucionaria.i
Es el recuerdo de la crisis revolucionaria de 1968, que remite a las huelgas y ocupaciones de fábricas en 1936 en Francia, lo que estremece a la burocracia sindical y a la burguesía del país que sabe perfectamente que debe desgastar el movimiento de combate iniciado en el país hace más de un año porque una huelga general suscitará la cuestión del poder al exigir la caída del Gobierno. Un ejecutivo ya debilitado, encabezado por la primera ministra Elisabet Borne, que escapó por los pelos a un voto de censura en marzo lo que hubiera desencadenado una severa crisis.
Más maniobras
Ante el esperado fracaso de la solicitud de referendo, la burocracia sindical ha presentado un proyecto de derogación del aumento de la edad de jubilación a través del grupo que incluye a los diputados de territorios de ultramar, a los “Liberados” y a los autodenominados Independientes, llamado LIOT por sus siglas en francés. Este pequeño grupo parlamentario tendría el apoyo del NUPES y de Reagrupamiento Nacional (RN), de Marine Le Pen. El bloque de Los Republicanos, fracturado en la Asamblea Nacional, tiene los votos que deciden la suerte de la reforma y del gobierno de Macron.
A la vista del freno a la lucha de la burocracia sindical, el gobierno ha diseñado su propio plan “de los 100 días” que Incluye una reforma de la ley de inmigración, endureciendo las trabas contra los nuevos inmigrantes, pero incluyendo otro objetivo de fondo: cerrar un acuerdo con la burocracia sindical para discutir una reforma laboral integral destinada a desarticular la resistencia del movimiento obrero. La burocracia sindical ha disfrazado esta invitación presidencial como la “oportunidad” de conseguir el “progreso social”. Un cuadro que choca con la evidencia de que para el gobierno se trata de avanzar en una reforma reaccionaria que acompañe a la del régimen de pensiones, del cual la prolongación de la edad laboral es sólo un detalle. En el cajón de sastre hay de todo en materia de ajuste contra los trabajadores.
Macron ha especificado su interés en pacificar la relación con la ciudadanía en ese plazo de 100 días y está claro que la burocracia se ha lanzado de cabeza a esta oportunidad de zafar a la intensa presión de la vanguardia obrera en lucha. La negociación proyecto a proyecto vaticina una extensión mucho mayor a los 100 días anunciados. Pero lo más crítico en este juego es que la posibilidad de un triunfo de las luchas obreras y populares en Francia, que equivaldría a la caída del Gobierno Macron, alimentaría el fuego de todas las luchas obreras en el resto de Europa.
Mientras tanto, la próxima jornada de lucha contra la reforma de las pensiones ha sido anunciada recién para el 6 de junio, dos días antes de la votación del proyecto presentado por LIOT. Según la intersindical será el momento para que la población se haga oír ante los parlamentarios y llama a las direcciones regionales y seccionales a tener mítines con sus diputados para convocarlos a votar a favor.
Las huelgas y movilizaciones han quedado congeladas hasta esa fecha y la burocracia insiste con las medidas parlamentarias que ya han demostrado su completa inviabilidad y su carácter reaccionario contra la clase obrera. Este es el camino de la derrota.
Por la huelga general hasta la caída del gobierno
Hay una convergencia estratégica entre Macron y la burocracia: desarticular la conflictividad laboral y restablecer el control para disciplinar a los obreros que vienen librando duros combates desde hace más de un año. Para los sindicatos se trata de recuperar el control. Para el gobierno de imponer sus objetivos reaccionarios. Sin embargo el rechazo social al gobierno y la profundidad de las luchas en sectores clave como la energía y el transporte pueden todavía echar por tierra esta maniobra convergente. Las tensiones en la calle siguen ascendiendo. Macron es objeto de repudio en todos los rincones del país.
Las contradicciones entre la cúpula sindical y las bases se alimentan de una profunda ira que recorre a toda la clase obrera francesa, esto es lo que ha obligado a la burocracia a 6 largos meses de lucha y desgaste de sus maniobras. El gobierno exige una derrota en toda la línea del movimiento de lucha, pero es incapaz de reunir el capital político para una ofensiva de estas características. El movimiento obrero debe extraer una lección clara de esta operación oblicua pero convergente. Debe superar el escollo de las direcciones burocráticas. La construcción de direcciones alternativas mediante la deliberación en los lugares de trabajo, las asambleas de trabajadores, los comités de huelga son un posible instrumento para el progreso de la lucha mediante la acción directa de los trabajadores.
La huelga general es la herramienta que tienen los explotados para hacerse valer en esta circunstancia histórica. Por la huelga general indefinida, abajo el gobierno Macron. Por un gobierno de los trabajadores.
i) La prensa estos días (El País, 7/5) apela a la autoridad del periodista Laurent Joffrin para señalar que esta “revuelta” en Francia nada tiene que ver con el Mayo de 1968 porque “nosotros creíamos en la idea del porvenir, creíamos que el porvenir iba a ser mejor. Se trataba de conquistar cosas”. Y señala que los obreros consiguieron entonces mejores condiciones de trabajo y un aumento del 10% del salario. Olvida, claro, que esas conquistas fueron el resultado de la mayor huelga general indefinida en la historia de Europa que estuvo al borde de derribar al régimen y señala de forma traicionera que “Y ahora, pues, han perdido porque ni siquiera han logrado la retirada de la reforma de las pensiones”.
Por su parte el líder estudiantil del mayo de 1968 Daniel Cohn-Bendit apunta que “Entonces hubo una huelga general seguida por millones de trabajadores franceses. Francia se paralizó. Ahora los sindicatos son incapaces de organizar una huelga general. Lo que hay es una huelga de funcionarios, que se nota en el sector de transporte, un poco en el bloqueo de las refinerías… Es decir, hay una gran parte de la población que no está de acuerdo con la ley, pero que luego no dice: Vamos para allá”.
Ninguno de los dos se hace cargo del hecho que la agitación estudiantil del mayo de 1968 tenía como fermento un largo proceso de huelgas y luchas parciales de los obreros franceses. Un proceso iniciado más de un año antes del estallido. Alimentado por el gobierno de Charles De Gaulle que había sembrado con sucesivas reformas de la seguridad social en 1967 esta combatividad. Es el fantasma de estos acontecimientos lo que lleva ahora a las burocracias a ponerse a la cabeza de la lucha para controlar el movimiento y desarticularlo al mismo tiempo que quieren canalizar hacia las vías parlamentarias la indignación popular. En 1968 la CGT estableció que “toda consigna irresponsable, aventurera, y provocadora que apele a la insurrección solo sirve para hacer el juego al gobierno y a la patronal”. Ahora prefieren poner la venda antes de que haya una herida.