Donald Trump inauguró su mandato presidencial con un discurso perfectamente fascista, pero no ante un palco de masas desesperadas o desclasadas, sino ante la plana mayor de la oligarquía capitalista internacional –los líderes de las compañías de Silicon Valley, Meta, Starlink, Apple, Amazon, que acompañaron la diatriba con aplausos estruendosos. Trump mismo es un desclasado, porque ha sido condenado por la Justicia sin aplicación de pena, en consideración a su investidura presidencial. La Corte Suprema de Estados Unidos ha acordado que los delincuentes comunes vean suspendidos sus procesos judiciales durante el ejercicio de la jefatura de Gobierno. El gobierno de los mejores, meritocracia, como defiende el anarcocapitalismo, ha dado lugar al gobierno de los bajos fondos.
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