El escape de rey emérito organizado desde el propio estado, gobernado por una coalición de izquierda de PSOE y Unidas Podemos, pone de relieve el grado que ha alcanzado la crisis del régimen del 78 donde la monarquía es el eje vertebral con la figura del rey como jefe del mismo. Por añadidura el alejamiento del ex monarca, que se quiere vender como una suerte de destierro por decisión propia, es una moneda falsa. El padre de Felipe VI es el tercero en la vía sucesoria al trono con carácter de regente como lo ha señalado el presidente del tribunal Constitucional el 8 de agosto en una tribuna de opinión en el periódico El País. Esto quiere decir que por más lejos que se vaya su presencia es ineludible en la estructura institucional española.
El escándalo de las corrupciones que se ha destapado forma parte de una cadena de descomposición que desembocó en la abdicación de Juan Carlos I en junio de 2014. La precipitada caída hacia el vacío del “artífice de la transición” se inició tras desvelarse que se había roto la cadera en una cacería de elefantes junto a su amiga íntima Corinna Larsen en 2012, mientras el paro asolaba a los trabajadores españoles en medio de un brutal crisis económica. El desprestigio de la familia real continuó con el enriquecimiento ilícito de su yerno Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina a través de la fundación Noos, y más recientemente con la investigación de la justicia suiza sobre el dinero depositado por el emérito en ese país y en otros paraísos fiscales que se atribuye a regalos y comisiones por negocios en favor de empresas no declaradas a la Hacienda pública. (http://independenciaobrera.org/2020/03/)
El gobierno y los partidos del régimen, incluida su izquierda, tratan de circunscribir la crisis a la figura del emérito separándolo de la institución de la corona y del régimen del 78. Otros avanzan un poco más y hasta cuestionan de palabra a la monarquía, aunque sin apelar a la movilización independiente de las masas para derribarla. Es que todos tratan de rescatar la cuestión de fondo, el régimen parlamentario burgués surgido de la transición tras la muerte de Francisco Franco, el mentor de Juan Carlos I, con un monarca como árbitro de los intereses encontrados. El sentido inicial del modelo adoptado era establecer un jefe del estado con el mando de los ejércitos por encima de las estructuras parlamentarias que podía intervenir en caso de desborde social para deshacer de forma rápida las concesiones democráticas. Un modelo diseñado para dar garantías a una burguesía atemorizada y a un ejército reticente.
Por eso los intentos por escindir la figura de Juan Carlos I de la corona como institución no pueden ocultar que estamos ante una crisis que toca de lleno al tema del poder ya que el monarca es el jefe del estado y de sus fuerzas armadas. El escándalo que sale a la luz sólo es la punta del iceberg de una descomposición que no es sólo de la monarquía sino de todo un régimen que presumía de ser “modélico” y retrata también a toda la burguesía española (e independentista, como el caso Pujol, y otros políticos corruptos en Cataluña) que está íntimamente asociada a la corruptela real. La prensa apenas puede tapar estas asociaciones entre la monarquía y las empresas que se beneficiaron de los turbios negocios, o con el propio estado que los avaló y facilitó otros, y que ahora organizó su fuga en connivencia con el rey Felipe VI a un destino desconocido.
La “izquierda” desde Unidos Podemos hasta Anticapitalistas prefieren ocultar que la rapiña, la corrupción y la apropiación están en la base del sistema capitalista. En especial en el periodo de derrumbe histórico del capital la lucha por el “negocio”, por la conquista de los mercados, se basa en la corrupción y cuando esta ya no es suficiente en la guerra.
El emérito abre el paraguas antes de que caiga la lluvia y dice en su comunicado que está a disposición de (su) justicia. Como es fácil de comprender el régimen parlamentario español no está en condiciones de soportar el procesamiento de Juan Carlos I. Una indagación judicial mínimamente seria expondría a la luz una larga cadena de corruptelas y afectaría también a las empresas que ganaron la licitación del tren de Medina a la Meca y a otra serie de dudosos negocios. La situación es de tal gravedad que ni el Gobierno ni la casa real se pueden fiar de su propia justicia. Por todo esto les es imprescindible defender la figura del rey Felipe VI y de la casa real. Está en juego la estabilidad del conjunto del régimen.
El papel de comisionista y los escándalos del rey emérito se han producido en ausencia de una movilización popular. Son el producto de la propia descomposición del régimen, lo que demuestra la gravedad de la crisis de la burguesía española y sus instituciones. También pone a la orden del día como la crisis por arriba puede desencadenar una reacción popular que parece dormida, mientras un reguero de luchas por el empleo y el salario recorre España. Las direcciones sindicales se han esforzado por impedir la confluencia de estas luchas, su aislamiento y su derrota. Pese a ello la izquierda utiliza el supuesto letargo popular para no tomar iniciativas de lucha con argumentos como que “la gente no lo ve”, “no lo entiende”, “es lo que hay”, o “que no pasa nada”.
¿Porque salen estos escándalos del rey (y de la monarquía) cuando estos siempre existieron pero quedaban bien ocultos por la complicidad de todos los partidos e instituciones del estado? ¿Porque un sector de la burguesía española como OK Diario o la justicia suiza, que es el reino de los paraísos fiscales, decide tirar de la manta? Es evidente que es el reflejo de una feroz lucha interburguesa en medio de una crisis mundial colosal y si bien no podemos saber hasta ahora quién o quienes se quedaron con algo que no debían o a quien quieren desplazar de los negocios es evidentemente un sector del capital o de sus intermediarios que decidió dar la batalla a la luz del día por su porción. Las sucesivas crisis de la monarquía van de la mano con la crisis económica y política del estado español y de la crisis mundial que en España tiene sus propias características, pero al igual que los regímenes del resto de los países del mundo son arrastrados a la quiebra.
Las propuestas de juicio, de referéndum, incluso de república van en el sentido de salvar al régimen, nadie llama a la movilización popular contra la monarquía, todos se cuidan y tratan de armar un cerco de contención. Lo primero es que la lucha por el empleo y el salario en medio de esta crisis gane la calle pero el peligro reside en que cualquier movilización, cualquier lucha, tome el tema de la lucha contra la monarquía entre sus reivindicaciones, al fin y al cabo representan a los ladrones de nuestro trabajo.
Cuando fue la abdicación del entonces rey Juan Carlos I hubo algunas reacciones espontáneas de movilización, algunas protestas que fueron contenidas por las direcciones de izquierda puntualmente, por ejemplo en las asambleas de las Marchas por la Dignidad, con distintos argumentos como que no era el tema de las Marchas o que no estaba en el temario de las asambleas. Tampoco los sindicatos ni los partidos de izquierda mayoritarios llamaron a salir a la calle. Nuevamente hasta ahora las organizaciones de lucha ni los sindicatos han dicho algo sobre el tema.
Ninguna organización sindical, plataforma de lucha o marea puede decir que esta crisis no tiene que ver con sus luchas, o con el problema que nos afecta a todos los trabajadores y explotados, porque precisamente es la clase que se roba el dinero de nuestros impuestos, cierra nuestras empresas, contrae préstamos que pagamos los trabajadores y nos reprime cuando reclamamos lo que nos corresponde. En medio de la pandemia el gobierno junto a la Unión Europea se preparan para nuevos ataques contra los trabajadores, la corrupción seguirá creciendo porque es funcional al capitalismo, distintos grupos capitalistas se disputarán esas “ayudas” de la UE.
La lucha por la democracia plena tiene como primer punto el derrocamiento de la monarquía, un punto que ha estado ausente en la mayoría de las movilizaciones, y que por ejemplo, en el tema de la mujer es imprescindible y sin embargo cuando se lo propuso alguna vez en las plataformas de lucha se lo vetaba porque “rompía la unidad”.
Un capítulo aparte merece la posición del ala izquierda en el gobierno esto es de Unidas Podemos quienes primero se declaran “sorprendidos” por una decisión de su socio de gobierno, el PSOE, y luego hacen la pataleta contra la monarquía pero tratando de salvar la figura del rey. Si es verdad que el PSOE ha consentido en solitario a la decisión de organizar la fuga, UP no se plantea retirarse del gobierno, ni llama a movilizarse. La pataleta es una pantalla para quedarse en el mismo sitio y forma parte del rescate al régimen monárquico por parte de los que ingresaron al gobierno para “frenar a la derecha”.
La crisis de la monarquía es la crisis del régimen, pero también se da en el marco de una profunda crisis del capitalismo que la pandemia de la Covid-19 aceleró, una crisis en la cual distintas fracciones de las burguesías y del imperialismo están en guerra contra sus rivales. La ofensiva de Estados Unidos contra Europa, China y Rusia y de estos entre ellos, es un ejemplo de estos enfrentamientos por dominar el mercado mundial en medio de la descomposición capitalista.
Basta de robos al pueblo!!! Huelga general, por pleno trabajo contra los despidos los Ertes y los Eres.
Expropiación bajo el control de los trabajadores con ocupación de los lugares de trabajo que cierren o despidan.
Derogación de la ley “mordaza”, de las leyes antiobreras y antijubilatorias.
Llamamos a una campaña de asambleas que se pronuncien contra la monarquía y por una asamblea constituyente que decida sobre la base de la deliberación de los trabajadores y oprimidos qué Estado queremos.
Expropiación de todos los bienes de la monarquía y de la iglesia. Por una federación Ibérica de repúblicas socialistas, por el gobierno de los trabajadores.
Fuera la monarquía, fuera la iglesia del estado!!! Investigación y castigo por tribunales populares elegidos democráticamente.