Con el título de “Avancemos en dar pasos hacia un partido unificado de la izquierda revolucionaria, la clase trabajadora, las mujeres y la juventud” la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) ha hecho un llamado público a distintas organizaciones de izquierda a construir “un partido unificado de la izquierda socialista revolucionaria, de los trabajadores y trabajadoras”, “que se reclaman de la izquierda obrera, anticapitalista y socialista; A las luchadoras y luchadores de la clase trabajadora del movimiento estudiantil y del movimiento de mujeres…” http://carga.izquierdadiario.es/Avancemos-en-dar-pasos-hacia-un-partido-unificado-de-la-itízquierda-revolucionaria-la-clase
La convocatoria, específicamente dirigida a “las direcciones de Izquierda Revolucionaria, Corriente Roja, Lluita Internacionalista, Izquierda Anticapitalista Revolucionaria (IZAR) y otras organizaciones que se reclaman de la izquierda obrera, anticapitalista y socialista”, analiza la situación política en forma muy general para ser la base de una convocatoria para construir un partido revolucionario. El documento describe “un mundo convulsionado”, advierte sobre “un nuevo saqueo histórico al pueblo trabajador en el estado español”, afirma que “marchamos hacia un nuevo ciclo de la lucha de clases” y que asistimos a “la bancarrota del neo reformismo” para llegar finalmente al objetivo central de todo el documento: la existencia de un programa común, tácito, entre diversas organizaciones que se reclaman revolucionarias.
Vale la pena recordar que en octubre de 2018 el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina, el hermano mayor de la CRT, hizo la misma oferta al Partido Obrero y a Izquierda Socialista en ese país http://www.laizquierdadiario.com/Avancemos-hacia-un-partido-unificado-de-la-izquierda-de-las-y-los-trabajadores-y-socialista y que el documento puesto en circulación es un verdadero corta y pega adaptado a España de aquella propuesta naufragada.
Partiendo de la existencia de un programa coincidente entre diferentes grupos organizados, la CRT hace la propuesta de una organización común de las vanguardias dentro de la cual se debatirían las diferencias. Es decir que para la esta organización el método para la construcción de un partido revolucionario no es el resultado de la diferenciación de una vanguardia y su crecimiento mediante su fusión con los elementos más destacados de la clase obrera, sino que se trataría de una concentración de organizaciones con un supuesto programa común. O casi.
La teoría de un programa común es una afirmación abstracta, una improvisación basada en que las organizaciones que dicen proceder del leninismo trotskismo reivindican el programa de transición. Ocurre que esta coincidencia programática planteada como una abstracción es un recurso al idealismo metafísico con el objetivo de evaporar las profundas diferencias políticas que separan a las corrientes que se reclaman revolucionarias. La teoría de la CRT pasa por alto el hecho fundamental que la cuestión del programa determina el método para llevarlo adelante, y este, en el caso que nos ocupa, es el de la independencia política absoluta de los intereses del proletariado respecto de la burguesía y sus fracciones. Esta es la forma dialéctica materialista de plantear la cuestión del programa, porque este es una práctica revolucionaria y no una abstracción metafísica,
La respuesta de Lucha Internacionalista a esta invitación desnuda este hecho al señalar que por más que se reivindique un programa común, mientras ellos apoyan a las milicias levantadas en armas contra el régimen sirio de Hafez al Assad, que por el otro lado reciben el apoyo de Estados Unidos, Arabia Saudita y Turquía, la CRT no lo hace. Es decir que bajo un supuesto programa tácito común hay divergencias irreconciliables en materia de orientación política concreta a escala nacional e internacional. Sin entrar en el debate sobre Siria y el Oriente Próximo, el ejemplo vale para destacar negro sobre blanco que declarar la adhesión a un programa no implica igual análisis político, y por ende la misma orientación táctica y estratégica.
Pero en el caso de la CRT y Lucha Internacionalista, las coincidencias y divergencias están determinadas precisamente por las fracciones de la burguesía que cada una apoya o deja de apoyar. Porque también tienen puntos de convergencia. Por ejemplo, ambas han llamado a votar a las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) en las últimas elecciones nacionales, o en circunstancias similares, en el caso de la CRT por su carácter “rupturista” respecto del régimen de 1978. El hecho que la CUP haga esa ruptura en nombre de una “revolución democrática” en Cataluña para instaurar una república burguesa en la época de decadencia del capital no les crea ningún reparo. El voto a la CUP es un verdadero embellecimiento de la política más radical de la pequeño burguesía catalana. Pero vale la pena comentar al paso que este partido juega el papel del rastrillo de izquierda de los acuerdos entre ERC y JxCat. El ala izquierda de la pequeño burguesía catalana.
Por añadidura, ambas secundan la denuncia del estado de alarma que lleva adelante la CUP, que ha votado por su levantamiento en el Congreso. Es decir que en lugar de combatir en contra de la desescalada del confinamiento, en defensa de la salud de los trabajadores y subordinar el retorno al trabajo a la decisión de los organismos independientes de los trabajadores, prefieren hacerlo de la mano de la CUP que converge con el voto del Partido Popular y VOX que luchan por la preservación del negocio de los capitalistas a expensas de la salud de los trabajadores. La CUP centra la lucha contra el gobierno en el Estado de Alarma porque supone limitaciones a las libertades democráticas. Vale la pena recordar que la represión a las fuerzas nacionalistas de Cataluña se hizo sin necesidad de estado de alarma, y que los dirigentes nacionalistas fueron condenados de forma injusta mediante un procedimiento arbitrario para el que tampoco hizo falta una estado de alarma.
El estado de alarma es un mecanismo de coerción del estado burgués adoptado como forma de organizar jurídicamente medidas excepcionales en una emergencia sanitaria. Bajo el capital no hay una forma democrática de actuación frente a una catástrofe sanitaria porque el estado burgués es incapaz de movilizar a las masas en pos de un objetivo colectivo. Pero la forma de luchar contra los excesos que se puedan instrumentar a expensas del estado de alarma pasa por el control de los trabajadores y las comisiones o asambleas de barrios sobre la acción de las fuerzas de seguridad para impedir los excesos o extralimitaciones del aparato represivo y judicial.
El Gobierno ha actuado mal y tarde en la lucha contra la pandemia. Ha impuesto finalmente una parada simbólica de los trabajos no esenciales, aprovechando los días de Semana Santa. Algo que debió hacer desde un principio y que era necesario mantener, con lo cual se hubiera reducido el efecto letal de la Covid-19. Pero aun con sus limitaciones la medida, junto con el confinamiento, ha conseguido reducir el contagio aunque a costas de 30.000 muertos de momento y un esfuerzo sin precedentes de una sanidad pública mermada por los recortes criminales de las administraciones autonómicas de todos los colores. La acción del gobierno es contradictoria porque de un lado no puede abandonar la población a la acción de la epidemia, como lo pretende hacer el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil a costas de una importante fractura de su Gobierno y una crisis con los gobernadores de los estados. O como lo ha pretendido el presidente Donald Trump, con consecuencias similares. Pero del otro tiene un profundo compromiso con los capitalistas y acaba cediendo a sus presiones. Es en este terreno en el que se debe plantear la lucha. Los trabajadores ya han marcado la pauta con su resistencia a trabajar en ausencia de garantías para su salud.
La cuestión central bajo el estado de alarma es la acción de los trabajadores para ejercer la denuncia y solicitar la suspensión del trabajo en las empresas que no cumplan con las medidas de distanciamiento social, medidas de protección y elementos de protección individual a los trabajadores. La acción de los comités de sanidad y de los comités de empresa en los centros de trabajo y de las asambleas y asociaciones de vecinos en los barrios, es la forma de organizar la lucha por preservar la vida de los trabajadores. La rebelión de los barrios ricos contra el estado de alarma, reivindicando su derecho a la libertad, es una presión política directa sobre el gobierno para que se reanude la actividad económica en España a costa de la vida de los trabajadores. Es una lucha por la libertad de explotación no por la libertad de expresión.
El 20 de mayo el Comité de Empresa de Navantia paralizó el trabajo en la planta de El Ferrol porque la empresa no cumplía con el protocolo de seguridad. Exigían que se redujese la plantilla al 50% como en las semanas previas y denunciaron que no se cumplía con la higienización de taquillas, duchas y baños. Los trabajadores denunciaron falta de equipos de protección, y el hecho que los protocolos eran aplicados por personal que no son técnicos preventivos. La empresa llevaba un mes consecutivo sin cumplir con el protocolo, incluso con menos personal en la planta. El comité de empresa denunció a Navantia ante el ministerio de Trabajo y paralizó las labores. Este es el terreno en que se libra la lucha de clases real bajo el desmoronamiento del capital y la Covid-19.
Como se ve la adhesión a un programa no es garantía suficiente de coincidencia, porque ese programa requiere un método, el de la independencia de clase que ninguna de las dos organizaciones respeta. Lo que hay que preguntarse es: ¿Qué pretende la CRT al afirmar que tenemos un programa común? El objetivo es organizar un aparato político bajo la denominación de partido que iría limando sus diferencias mientras caminan en la dirección de un frente con la CUP y Anticapitalistas. Las dos organizaciones a las que pretende seducir la CRT mediante la formación de un aparato partidista “unitario” capaz de servir como su polo de atracción. El horizonte de esta estrategia es forjar una charca centrista que sea vehículo electoral de estas corrientes. Poco ha tardado la CRT en responder a LI, y ha tenido que admitir que pese a un “programa común”, al que todos dicen ser fieles, hay divergencias sobre todo en la “lucha de clases a nivel internacional”. También se desdijo de limar las diferencias en un partido único y rectificó ofreciendo una instancia intermedia en ese camino. Pero estas puntualizaciones carecen de valor porque el objetivo es pasar por encima de las diferencias para sustituir el debate por la acción común en la perspectiva de un partido único en el que ya se limarán las diferencias…
La cuestión central es la que ya señalamos. Un programa de independencia política de la clase obrera requiere un método que en cada momento defienda la intervención independiente de los trabajadores en defensa de sus intereses históricos. De lo contrario el programa es papel mojado. En su respuesta la CRT se confiesa partícipe de todos los agrupamientos que luchan por la eliminación del estado de alarma como la “Plataforma 3 de octubre” que propone “desconfinar” los derechos y las libertades. O el movimiento en Cataluña para recuperar las calles. La CRT se plantea una competición con Lucha Internacionalista en materia de democratismo. Los compañeros de la CRT deberían reflexionar sobre su propuesta política errática desde un partido unitario de la izquierda sin principios hasta la batalla democratista que pretende competir con la derecha movilizada. La pequeño burguesía urbana al borde de la ruina presiona al gobierno para una desescalada inmediata porque tiene la falsa ilusión de que la actividad económica y sus beneficios se recuperarán con la sola reanudación de la actividad económica. La CRT y Lucha Internacionalista participan de esta ilusión democratista y también pretenden una desescalada incondicional para ocupar su lugar en la calle junto a la CUP y Anticapitalistas.
Pero de lo que se trata es de defender la vida de los trabajadores e imponer el control obrero de la desescalada del estado de alarma, mientras se organiza la resistencia al derrumbe capitalista que va a transformar a los ERTE y los ERE en despidos, pretenderá recortar las pensiones e imponer la mochila austriaca, y todo el arsenal de recortes y ahorros que afectan directamente a la educación, la sanidad y a los trabajadores.
Lugares comunes para tapar la ausencia de un programa concreto contra la catástrofe capitalista y la pandemia
En su carta de invitación al resto de la izquierda la CRT caracteriza la crisis como la de “la globalización neoliberal”, pero no nos aclara qué diferencia tendría con otras crisis, solo que “el capitalismo nos lleva de nuevo a una catástrofe económica”… o sea la rutina de las crisis a las que el capitalismo ya nos tiene acostumbrados… Un análisis bastante alejado del “legado teórico y político del marxismo revolucionario, de Lenin, Trotsky y la revolución de octubre” que dice profesar la CRT.
La caracterización de que estamos en una “globalización neoliberal” merecería una explicación aparte porque entra dentro de las categorías que lo que se denomina erróneamente “reformismo” o “neo reformismo” utiliza para explicar la crisis del capitalismo. El término “neoliberal” deja abierta la puerta a otra gestión del capitalismo, a una gestión del capitalismo con sensibilidad social, en la cual la globalización perdería su signo maligno. Las corrientes “reformistas” y de la burguesía hacen esa diferenciación para salvar a un supuesto capitalismo progresivo. Esto pretende crear un espacio para que la CRT y otros grupos planteen alianzas con sectores de la izquierda de la burguesía CUP, BNG, BH-Bildu, que bajo una definición anticapitalista genérica abogan por el desarrollo bajo las reglas del capital. Las crisis del capitalismo no serían terminales sino episódicas (teoría de Mandel sobre las crisis del capitalismo) que se repiten eternamente en forma cíclica. Concepción que se esgrime en contra de la teoría del “catastrofismo” que dice que estamos en una fase terminal de descomposición en la cual las crisis son cada vez más profundas y seguidas, punto de vista desarrollado por Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo (“socialismo o barbarie”). En esta fase de decadencia del capital el obstáculo que se interpone entre el régimen burgués y el socialismo es la dirección capituladora de las masas.
La propuesta de CRT, que se salta cualquier análisis de las corrientes de la izquierda revolucionaria y no revolucionaria a las que dirige su invitación, dice defender un programa común a todas ellas. Una propuesta que podría entenderse como la confesión de que detrás de tanta mención de revolución, socialismo y gobierno de los trabajadores, la propuesta busca un acuerdo para organizar una alternativa al “neo reformismo”… destinado a crear ¡otro reformismo más de izquierda! El método para la construcción de estos frentes es generalmente el del “consenso” lo que obliga a dejar de lado los temas candentes y hacer acuerdos “sobre lo que coincidimos” con lo que las delimitaciones sobre las cuestiones centrales, en aras de la unidad, se barren bajo la alfombra.
La característica general de las izquierdas en España es su raquitismo, sin embargo CRT dice que ha habido “modestos y firmes crecimientos en la vanguardia del movimiento sindical, juventud”, etc. sería muy importante que informaran donde se expresa ese crecimiento. En la inmensa mayoría de esos movimientos, plataformas y sindicatos campea el “neo reformismo” y la izquierda revolucionaria hace muchos años que no tiene una expresión aunque sea como corriente en los movimientos de masas. Esta cuestión debería ser una parte importante de un balance de esas izquierdas para poder superar a las direcciones de la izquierda institucional del PSOE-UP, de las izquierdas nacionalistas y las direcciones de las dos principales centrales sindicales CCOO y UGT, que son el principal problema político que tienen las luchas. La CRT embellece a la izquierda del sistema al llamarla “neo reformismo”, cuando ni siquiera ella misma se denomina reformista. Su discurso es la defensa del régimen con la constitución monárquica bajo el brazo, no quieren reformar nada. El llamado va también dirigido a la CUP y a los Anticapitalistas. ¿La CRT las rescata como organizaciones revolucionarias? ¿o en tránsito? También es objeto de rescate la izquierda del nacionalismo gallego (BNG) y EH-Bildu. CRT en vez de señalar las limitaciones y el rol contrarrevolucionario de estos partidos de la izquierda nacionalista dice que pueden girar hacia ese partido obrero y socialista… !!!vaya regalo que les hace!!!
La CRT ya había hecho una propuesta similar, pero en un escalón inferior, llamando a construir un frente anticapitalista en enero de 2018 https://www.laizquierdadiario.com/Que-hacer-La-izquierda-anticapitalista-frente-al-fracaso-del-neorreformismo-en-el-Estado-espanol propuesta a la que dedicamos oportunamente un artículo: https://grupoindependenciaobrera.wordpress.com/2018/02/21/respuesta-a-la-crt/. Esta vez se dobla la apuesta y de frente se pasa a partido anticapitalista ampliando aún más la propuesta: mientras el llamado a un frente en enero del 2018 era hacia corrientes revolucionarias que se reivindicaban de la IV Internacional de Lenin y Trotsky hoy el llamado a formar un partido se amplía a todos los que sean anticapitalistas y las izquierdas de los nacionalismos, lo que revela el oportunismo de la convocatoria y la disposición a adaptarse al “neo reformismo” y al nacionalismo burgués que dice que hay que superar.
La propuesta de formar un partido revolucionario amplio no es nueva. La LCR de Francia (Secretariado Unificado de la IV Internacional), desarrolló una posición a partir de la caída del muro de Berlín y de la ex URSS, según la cual la época de las revoluciones y la lucha por el gobierno obrero y el socialismo, es decir de la dictadura del proletariado, había terminado. Esto abría una nueva etapa de reafirmación del capitalismo. A partir de esta elaboración la LCR se disuelve y pasa a formar el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) con la idea de partidos amplios, “transversales”, que dejan de luchar por el gobierno de los trabajadores para luchar por las reformas. El objetivo de estas propuestas “amplias” responde a un oportunismo electoral mal disfrazado de revolucionario, donde la lucha por el gobierno obrero y el socialismo -es decir la dictadura del proletariado- es considerado sectario y deja de ser la tarea del momento porque aun hay vida bajo el imperio del capital. El análisis superficial, los lugares comunes y la ausencia de un programa en la propuesta de la CRT va en ese sentido.
No es casualidad por lo tanto que algunos de los partidos a los cuales convoca CRT, como Corriente Roja o IZAR, llamaran a votar al candidato del NPA en las últimas elecciones en Francia. Es con este mismo criterio que convoca también a los partidos o grupos de la izquierda de las burguesías nacionalistas. La propuesta de CRT es continuar con la línea del NPA. De hecho el partido hermano de la CRT participa dentro del NPA. IZAR por su parte pide entrar como tendencia en el Secretariado Unificado (S.U.), mientras los Anticapitalistas son la representación oficial del S.U. en España. O sea que, en definitiva, todos entienden que la construcción de un partido revolucionario hoy pasa por un partido anticapitalista amplio, de tendencias, según el modelo teorizado por el S.U. que es el verdadero escollo para refundar una internacional revolucionaria, la 4º Internacional.
La construcción de un partido revolucionario tiene que ver con un debate internacional y con la refundación de la IV Internacional fundada por León Trotsky en 1938, retomando y actualizando sus fundamentos. La CRT y su organización internacional, que reivindica la IV Internacional, hace toda una revisión de esos fundamentos. Estas propuestas de frentes y partidos anticapitalistas de CRT son un plato recalentado del reformismo que dice combatir y un obstáculo en la construcción de un partido de la clase obrera, desprecia un verdadero debate político.
La aparición de coordinadoras, plataformas, y movimientos, son la expresión de luchas genuinas para superar las direcciones sindicales y los partidos de la izquierda institucional. La mayoría de los conflictos se producen saltando esas direcciones. Nos encontramos entonces con el panorama de un universo de plataformas de pensionistas, de sanidad, estudiantes, ecologistas, feminismo, pero el problema de su unidad no es sin embargo organizativo como lo intentan plantear las direcciones políticas de una parte de la izquierda y los sindicatos alternativos. El verdadero problema es político, es decir con qué programa y con qué estrategia -contra qué y hacia dónde- unificamos esas luchas. Hoy predomina la idea del apoyo al gobierno de “izquierda y progreso” ya sea directamente o con resignación “porque con la derecha sería peor”.
La teoría de elegir entre “Guatemala y Guatepeor”, de que no hay otra alternativa fuera de las ofertas institucionales del capitalismo, es el camino de la derrota. El común denominador de estos frentes es denunciar a la derecha, al PP, ocultando el papel del PSOE y de Unidas Podemos. Esta posición política es aprovechada y fomentada por el gobierno para seguir con sus planes que van en el sentido contrario a las expectativas de las masas, mientras le propone un pacto al PP y a Ciudadanos. La “izquierda” o el sindicalismo “alternativo” participan de esa misma idea. Cuando proponen “frentes”, no es para unificar sobre la base de la claridad política y para desarrollar las tendencias hacia la ruptura con las direcciones de la izquierda institucional y de la izquierda nacionalista, lo hacen en el mismo sentido que la izquierda “reformista” institucional y para encubrir su propia parálisis y subordinación al gobierno del PSOE-UP. La tarea para construir un partido de la clase obrera es desarrollar las profundas tendencias hacia la independencia política de los trabajadores y de las masas en las organizaciones de lucha que ya existen.