Los representantes de UGT y CCOO que negociaban con la patronal del metal en la provincia de Cádiz para poner fin a una huelga que estaba por entrar en su décimo día sin signos de aflojar, cerraron un acuerdo entre gallos y media noche. El pacto traicionó el mandato de los huelguistas que exigían recuperar la pérdida salarial por la inflación pasada para aplicar sobre esa base los incrementos que se acordaran. En lugar de ello los negociadores aceptaron un incremento del 2% anual hasta 2023 y una revisión al finalizar los tres años en la que se pagaría el 80% de la desviación que ocasionara la inflación. Unas migajas que no dieron satisfacción a los reclamos de los trabajadores y que sirvieron de excusa para levantar la huelga.
Había urgencia por acabar con este movimiento de fuerza por su magnitud y el riesgo de contagio a otros sectores del movimiento obrero. Por eso las direcciones sindicales que en el pasado dieron la espalda de forma sistemática a los trabajadores del metal de Cádiz, que representan unos 30.000 empleos, esta vez decidieron ponerse a la cabeza de las negociaciones, que no de la lucha, con el objetivo de frenar la extensión de una huelga que concitó un apoyo decidido de la población gaditana, incluido el pequeño comercio, de los trabajadores del resto del estado e incluso de trabajadores de fuera de España que hicieron llegar su solidaridad a los huelguistas.
El acuerdo fue firmado con la patronal Federación de Empresarios del Metal de Cádiz (FEMCA) por CCOO y UGT antes de que fuese refrendado en las asambleas al día siguiente. En muchos casos no hubo asambleas y fueron aprobados por los delegados sindicales, y donde las hubo el acuerdo se aceptó en ocasiones a regañadientes y en otros se lo rechazó. Pero la operación de levantamiento de la huelga era una cuestión decisiva para las burocracias sindicales porque el clima de conflictividad en todo el estado español, con una ola de movimientos de fuerza, ponía sobre el tapete una huelga general. La tendencia a una huelga general ha quedado muy clara en los 9 días de conflicto por la eclosión del apoyo a la huelga en Cádiz, y por la suma de conflictos locales que veían en esta batalla la posibilidad de polarizar todas las luchas para golpear todos a una.
La huelga del metal en Cádiz no fue un rayo en un cielo sereno, numerosos e importantes conflictos se venían desarrollando antes y durante la huelga del metal como las compañeras del SAD (sindicato de asistencia a domicilio) que acamparon en las puertas del Ministerio de Trabajo pidiendo ser atendidas por Yolanda Díaz, cosa que no ocurrió; el personal interino de la administración pública que se está movilizando para lograr la efectividad en sus puestos; los bomberos del INFOCA; Tubacex en Euskadi donde se quiso despedir a 129 trabajadores con un ERE; contra el cierre de Airbus en Puerto Real; despidos en Alestis en Puerto Real, la lucha contra los despidos en Unicaja, AluIberica… Con un desempleo en la provincia del 24% y la sistemática destrucción del tejido industrial desde hace décadas que afecta al empleo juvenil y condena la región a la pobreza y a la dependencia del turismo estacional.
La huelga en Cádiz contó también con el apoyo de amplios sectores de trabajadores que aunque no estaban en conflicto entendían que su triunfo sería un freno a los planes del gobierno y un avance en la defensa de sus derechos ante la creciente explotación, también de los estudiantes que realizaron una huelga en apoyo participando en las manifestaciones. Tras dos años de gobierno de “progreso” se hace evidente que de progreso nada, y de derogar las leyes antiobreras menos, lo que viene son más ataques contra los derechos de los trabajadores.
Lejos de acercarse a un agotamiento, la huelga rompió el cerco mediático, resistió a una dura represión que encendió aun más los ánimos en Cádiz y en el resto del estado, y superó la intoxicación en los medios y en parte el bloqueo que le impusieron las dos centrales sindicales mayoritarias.
Estas se esforzaron para impedir la extensión del conflicto limitando la cuestión a Cádiz al no centralizar las luchas que estaban en curso en distintas ciudades para evitar que su confluencia acabara en una convocatoria de huelga general que estaba cuajando en el sentimiento de la mayoría de los trabajadores de todo el estado. Gobierno, patronal y trabajadores estaban pendientes de la huelga que en esos 9 días fue el eje de la situación política del país. O ganaban los trabajadores o ganaban el gobierno y las patronales.
El operativo de aislar y levantar la huelga era fundamental no solo para las patronales, sino también para el plan de ataque a los derechos obreros que está llevando adelante el gobierno con su reforma laboral y de las pensiones, objetivos en los que también están comprometidas las direcciones de CCOO y UGT. Por añadidura éstas ven retratada en cada conflicto su función de representantes de las patronales y del gobierno dentro de las filas obreras. Ante cada movilización masiva de trabajadores queda cuestionada su representatividad al igual que en las asambleas con gran participación obrera, en las que no puede controlar su voluntad.
En la medida que esta lucha se había convertido en el eje de la política nacional, y de que estaba rodeada de una gran solidaridad a nivel estatal en medio de una ola de conflictos en todo el país, la consigna decisiva era transformar la huelga del metal de Cádiz en una huelga general nacional en defensa del salario, las condiciones de trabajo y el pleno empleo, contra las reformas laboral y de las pensiones, contra el cierre de empresas. Desde este punto de vista los sindicatos alternativos no pusieron el foco en esta cuestión central. Reclamar la unificación de todas las luchas a nivel nacional en el camino de una huelga general como la forma más eficaz de la solidaridad con la lucha de Cádiz, con el objetivo de derrotar los intentos de los burócratas de CCOO y UGT de frenar la huelga con un pacto precipitado que desmovilizara a los trabajadores y clausurara la tendencia a la huelga general.
Era el momento de levantar consignas que unificaran las luchas y rompieran el bloqueo que las direcciones afines al gobierno intentaban mantener en otros movimientos como el de los pensionistas, la lucha de las trabajadoras de ayuda, o las de enfermería, levantando un programa contra los planes del Gobierno y de la UE como la derogación de las reformas laborales, la defensa del sistema de pensiones públicas, la defensa de la sanidad pública, contra los despidos, la defensa de los interinos en la administración pública, por la huelga general en Cádiz, del metal a nivel estatal, por la huelga general en todo el estado. La huelga era un catalizador para los sectores que aún no habían salido a la lucha.
Una lección fundamental del levantamiento de la huelga del metal en Cádiz es que cuando las direcciones de CCOO y UGT se ponen a la cabeza de la negociación es para derrotar al movimiento de fuerza de los trabajadores formando un frente con el gobierno y las patronales contra la huelga. La construcción de nuevas direcciones en los conflictos es vital para impedir la vía de la derrota. La elección de Comités de Huelga que sean elegidos en asambleas, cuyos miembros puedan ser revocados en cualquier momento, y que solo respondan a éstas es una cuestión central.
Un balance no puede dejar de lado el papel del Gobierno y su ala izquierda, Unidas Podemos y sus ministras y ministros “comunistas” desde Enrique Santiago, el Secretario de Estado que llamó a confiar en el gobierno mientras se desataba la represión contra los huelguistas con tanqueta incluida, pasando por Yolanda Díaz que en toda la huelga se limitó a pedir que retiraran la tanqueta. El rol de UP fue trabajar para que no se extendiera el conflicto y amenazara los planes antiobreros del gobierno en sintonía con la dirección de CCOO. Un ejemplo más fue la prohibición por parte de la delegación del gobierno PSOE-UP en Madrid de una concentración estudiantil en apoyo a Cádiz. Una vez terminada la huelga el secretario general del PCE y secretario de Estado, Enrique Santiago, felicitó el “acuerdo” logrado.
La huelga del metal de Cádiz si bien dejó un sabor amargo por la nueva traición de las direcciones sindicales que firmaron el acuerdo también dejó para los trabajadores de Cádiz y para toda la clase obrera un camino abierto frente al conformismo y las traiciones de las direcciones sindicales y de la izquierda institucional de UP. Es muy importante sacar todas las lecciones de esta huelga ya que no está cerrado el conflicto en Cádiz, y también de ello depende el futuro de las luchas que están en curso y las que vendrán. De este balance tendrá que surgir la necesidad de construir una nueva dirección de los trabajadores, de no confiar en el gobierno de PSOE-UP y de los/las ministras “comunistas” que aplican los planes y los métodos represivos del capital y la derecha. La tendencia a la huelga general en España sigue viva.
Fuera las direcciones traidoras, por nuevas direcciones de la clase obrera elegidas en asambleas en cada lugar de trabajo.
Por un congreso de trabajadores que apruebe un plan de lucha.
Por la construcción de un partido de los trabajadores.