La crisis en el Partido Popular sigue abierta

Alfonso Fernández Mañueco, el cabeza de lista del Partido Popular en Castilla León, anunció un pacto con Vox para su investidura como presidente regional tras las elecciones locales en las que fracasó su estrategia de obtener una mayoría. El acuerdo se ha sellado con la designación del dirigente de Vox, Carlos Pollán, presidente de las cortes regionales. El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, presentó sus avales para el XX congreso extraordinario del Partido Popular como candidato a su presidencia un día después.

Núñez Feijóo primero justificó la alianza, alegando que la decisión era atribución exclusiva del presidente regional. Señaló que finalmente no había espacio para un gobierno en minoría por la negativa del PSOE a abstenerse. Un día después el futuro presidente del PP afirmaba que a veces es mejor “no formar gobierno” que aliarse con partidos inconvenientes. El intento de blanquear su imagen no puede ocultar que dio su consentimiento indirecto a la decisión un día antes.

Feijóo venía de anunciar el miércoles 2 de marzo que presentaba su candidatura a la presidencia del PP para el congreso convocado el 1 y 2 de abril en Madrid. La convocatoria es un intento de superar lo que los medios han calificado como la crisis más grande en la historia del PP. Ésta a su turno ha sido el resultado de un choque entre el presidente en funciones del partido, Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, por un presunto caso de corrupción denunciado por el propio Casado.

La candidatura de Núñez Feijóo no es una sorpresa, los dirigentes regionales del PP ya habían dado por sentado que el “barón” con más prestigio presidiría al partido. El congreso extraordinario pretende zanjar la crisis que dejó expuesta la lucha de fieras en el seno del partido con el pretexto de la continuada corrupción de sus dirigentes. Lucha que acabó de momento con la carrera política del joven presidente en funciones del PP, Pablo Casado, a quien los propios barones que lo destituyeron habían encumbrado tras el voto de censura desencadenado por la corrupción del PP que acabó hace tres años con la presidencia de Mariano Rajoy. La destitución, tras dos elecciones generales, dio paso a la coalición entre PSOE y Unidas Podemos que llevó al socialista Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno.

Lo llamativo de esta última vuelta de tuerca en el PP es que Casado tenía el encargo de limpiar la imagen de su partido como instrumento de la corrupción tomando distancia del pasado reciente que costó el Gobierno a Mariano Rajoy. Como miembro de Nuevas Generaciones, la fuerza juvenil del PP, Casado debía encabezar la cruzada para limpiar todo rastro de corrupción al aparato del partido. Mientras, el dirigente intentó durante su presidencia mimetizar a su organización con el partido a su derecha, el protofascista Vox. Consciente de que esa organización le come terreno electoral Casado decidió acentuar la derechización para disputarle su espacio, antes que diferenciarse de él.

Pero la corrupción parece que sigue…

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anticipó en 2021 las elecciones para deshacerse de una coalición incómoda con Ciudadanos y logró un espectacular resultado. Más que duplicó su número de diputados a la asamblea regional con lo cual los 4 votos que le faltaban los obtuvo con creces de Vox que obtuvo 13 parlamentarios. Sobre las espaldas de esa victoria la presidenta madrileña inició una campaña de asedio a Casado que acabó este año en la exigencia de adelantar el congreso del partido en Madrid para su designación como presidenta del PP local. El objetivo detrás de esta maniobra era colocarse en la línea de salida como candidata a la presidencia del partido y desbancar a Casado como potencial candidato a la presidencia del gobierno en las próximas elecciones generales.

El presidente del partido, arrinconado por el prestigio electoral de Díaz Ayuso, atacó a la presidenta de Madrid sacando a relucir turbios negocios del hermano de Díaz Ayuso con la Comunidad. En una operación sin precedentes Casado denunció de forma pública que el hermano de la presidenta, Tomás Díaz Ayuso, había obtenido mediante un contrato sin concurso para la importación de mascarillas en plena pandemia 286.000 euros en un momento en que “había 700 muertos por día”.

No era desde luego una denuncia que buscaba la depuración de responsabilidades, porque la información rodaba por diversos medios de comunicación desde hacía meses y había sido objeto de denuncia por parte del partido Más Madrid en la asamblea regional. Lo que está claro es que lo que quería Casado era la cabeza de Díaz Ayuso ya que sobre los hechos ya denunciados no había abierto la boca hasta que la dirigente le toco la fibra del poder, cuestionando su futuro en el partido.

La denuncia en cualquier caso se hizo sin soporte documental y llevó a un enfrentamiento abierto de Díaz Ayuso quien acusó de falsedad a Casado aunque acabó admitiendo una comisión de 56.000 euros a su hermano. Díaz Ayuso en otra operación poco habitual movilizó a las bases que le son fieles, o a militantes de otras formaciones de extrema derecha, para apoyarla exigiendo en manifestaciones frente al local del PP en pleno centro de Madrid la dimisión de Casado.

El método de la movilización generó cierto repudio en las filas del partido que hace del manejo democrático, es decir de las normas en contra de la movilización callejera, su acto de fe. Díaz Ayuso en esta operación se ha echado sobre las espaldas las sospecha de apelar a mecanismos populistas a los que su partido es poco afecto y muchos de los barones territoriales tomaron debida nota de esta actuación de cara a futuros ajustes de cuentas.

Más allá del malestar que estas manifestaciones generaron por la introducción de un método “populista” los barones del partido intervinieron en la crisis en apoyo de la presidenta de Madrid sobre la base de que no había prueba flagrante de la comisión de delitos. La realidad es que todos tienen trapos sucios que ocultar en sus propias regiones y el ataque del aparato central del partido a uno de los candidatos de mayor éxito electoral sentaba un precedente inquietante para todos.

Gobierno burgués: de servir al estado a servirse de él

Hace más de cien años, con motivo del 20 aniversario de la Comuna de París el compañero de Marx, Friederich Engels, señaló con precisión que “En un principio, por medio de la

simple división del trabajo, la sociedad se creó los órganos especiales destinados a velar por sus

intereses comunes. Pero, a la larga, estos órganos, a cuya cabeza estaba el Poder estatal

persiguiendo sus propios intereses específicos, se convirtieron de servidores de la sociedad en

señores de ella. Esto puede verse, por ejemplo, no sólo en las monarquías hereditarias, sino también

en las repúblicas democráticas.”

Al respecto de este comentario, el propio Alberto Núñez Feijóo no ha logrado disipar las dudas que han generado las fotos de sus paseos en barco con un capo del narcotráfico gallego, sobre las cuales declaró en su momento que por aquella época no estaba al tanto de las actividades de su entonces amigo personal. Tampoco parece estar libre de actos de corrupción el propio ex jefe del estado, el rey emérito Juan Carlos de Borbón, que acaba de ser exonerado de delitos fiscales por la justicia española.

Los barones encubren a Isabel Díaz Ayuso

Los dirigentes del PP reunidos en una comisión plenaria en la cual decidieron convocar un congreso extraordinario exigieron la dimisión de Casado por su ataque contra Díaz Ayuso sobre cuya honorabilidad dijeron “no existe la más mínima duda”. Sin embargo la denuncia de Más Madrid a la fiscalía anticorrupción ha determinado la iniciación de indagaciones preliminares que deben determinar si se procesa a la presidenta y a su hermano. Lo cual indica que al PP lo que le importa es tapar la corrupción y mantener la posición política de Díaz Ayuso al frente de la Comunidad de Madrid.

El problema que se plantea ya es de otro orden. Núñez Feijóo ha llamado a la unidad del partido y consideró el episodio superado. Casado seguirá de manera interina hasta el Congreso, pero seguirá en el partido, y será sustituido por el dirigente gallego que conservará la presidencia de la Xunta de Galicia. Pero la presidenta de Madrid lejos de aceptar este pacto ha exigido la expulsión del partido de los que han conspirado contra ella: Casado y su mano derecha Teodoro García Egea.

El incidente desnuda la naturaleza corrupta del Partido Popular y de los partidos parlamentarios en general. No se trata ya de los cargos que los dirigentes políticos obtienen en las grandes empresas a cambio de sus favores cuando se retiran, sino del saqueo directo del patrimonio del estado. Está claro que la crisis en el seno del PP no se ha cerrado. El aparato de sanguijuelas estuvo al borde de una fractura, pero el equilibrio alcanzado es precario. Se puede apostar a que la guerra interna va a continuar y que Díaz Ayuso seguirá presentando batalla. Su único blindaje de momento es su fuerte caudal electoral, pero los trapos sucios no dejarán de salir.

Está claro que la crisis que corroe al PP no es una exclusividad. El conjunto de los partidos del arco parlamentario muestran un proceso de disgregación y crisis creciente, sean de la derecha o de la izquierda. El centrista Ciudadanos virtualmente ha desaparecido del mapa electoral. Podemos pierde votos y se enfrenta con su socio, Izquierda Unida. El socio de la coalición de gobierno paga un precio muy alto por la cobertura que da al ejecutivo de Sánchez para la elaboración y aprobación de su legislación regresiva, como las reformas de Pensiones y Laboral. El propio PSOE ve deteriorarse su caudal electoral.

Crisis de régimen

Existe una verdadera crisis de régimen que incluye al propio eje del ordenamiento del poder burgués en España, la monarquía. El profundo desprestigio de esa institución, con un “rey emérito” al que la justicia perdona la vida porque sus delitos habrían “prescrito”, es generalizado. Mientras tanto los dos partidos que constituían la base del bipartidismo español no logran mayorías absolutas para gobernar y dependen de alianzas frágiles. Los partidos que surgieron como alternativas al “bipartidismo”, como Ciudadanos y Podemos, tienden a su desaparición.

La corrupción, la presión de la crisis económica, la inflación, los precios de la energía disparados, las leyes retrógradas, están haciendo su trabajo de derribo de los aparatos políticos de la burguesía. Mientras tanto Vox crece a expensas del PP y Ciudadanos, y por sobre todas las cosas cala en sectores obreros por la capitulación de Unidas Podemos ante la política rastrera del PSOE. La renuncia a la defensa de los derechos de los trabajadores en los hechos, por su papel en el Gobierno, los ha desnudado por completo. Los discursos “de género” no alcanzan a encubrir su papel contrario a los intereses de los trabajadores.

Engels describió esta evolución en 1891 respecto de EEUU: “nos encontramos con dos grandes cuadrillas de especuladores políticos que alternativamente se posesionan del Poder estatal y lo explotan por los medios más corruptos y para los fines más corruptos; y la nación es impotente frente a estos dos grandes consorcios de políticos, pretendidos servidores suyos, pero que, en realidad, la dominan y la saquean”…

Contra esta degeneración “la Comuna empleó dos remedios infalibles. En primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y educacionales por elección, mediante sufragio universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, pagaba a todos los funcionarios, altos y bajos, el mismo salario que a los demás trabajadores… Con este sistema se ponía una barrera eficaz al arribismo y a la caza de cargos”…

La guerra en Ucrania ha acelerado este proceso de descomposición política. Los trabajadores españoles deben construir una alternativa política independiente a los partidos de la burguesía. La descomposición de los partidos del régimen debería servir de acicate para debatir y organizar la construcción de un partido de los trabajadores, un partido obrero que luche por un gobierno de los trabajadores. La guerra es un motivo más para este debate. El régimen del capital no puede subsistir sin guerras y destrucción de los medios de producción. A la barbarie capitalista hay que oponer el socialismo.

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